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domingo, 13 de marzo de 2011

Sus manos temblorosas, tímidas y frías llegaron finalmente a tocarlas. Aquéllas, blanquecinas y lánguidas estaban esperando desde hacía mucho tiempo. Apenas recordaba la fragilidad de su tacto. Se dejó caer en sus brazos y se sintió como una niña. Como las gotas de agua que caen sobre la hierba, como el rumor del silencio que puede oírse en la noche, como la dulce brisa que acaricia. ¿Por qué tan larga espera cuando es tan dulce su abrazo?

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